¿Por qué en Suecia hay más mujeres directivas que en otros países?
Escrito por: Nuria Renom
Me llamo Nuria Renom y escribo en este blog de ‘Yo, jefa’ para compartir mi experiencia como directiva en España, pero para una empresa sueca. En el anterior post de esta web, relativo a la igualdad salarial de género, se menciona el índice Women in Work 2019 en el que Suecia aparece en el puesto número 2 en oportunidades y nivel de integración de la mujer en la OCDE, después de Islandia. Y, sin embargo, incluso en este país sigue quedando camino por hacer: la diferencia salarial entre hombres y mujeres es del 12,8% y la representación de mujeres en puestos de dirección se queda en el 38%.
Pero, ¿por qué en Suecia hay más mujeres directivas que en otros países?
No solo es cuestión de políticas empresariales y gubernamentales, sino también de una cultura igualitaria muy arraigada. En mi caso, por ejemplo, cuando me dieron la Dirección comercial de la empresa, mi hija pequeña tenía un año. Era un puesto global, con viajes frecuentes. Nadie me preguntó cómo pensaba organizarme con los niños (esta pregunta vino de mi entorno personal) y mi jefe, cuando me vio preocupada por si era una mala madre, me dijo que él había viajado de forma frecuente cuando sus niños eran pequeños y que, como yo en ese momento, los echó de menos porque “¿qué diferencia había entre su situación y la mía? Los sentimientos son los mismos”.
Él no podía concebir la creencia que tenemos aquí, en España, de que si el hombre viaja es lo natural, pero si lo hace la mujer es…antinatural. Los viajes no eran largos y podía trabajar algunos días desde casa, lo cual, ha sido una gran ventaja. Saber que tienes flexibilidad y posibilidades para el teletrabajo hace que mujeres como yo digamos que sí a un puesto de responsabilidad.
Hay otro tema que también ayuda a igualar y es el permiso de maternidad ¡y paternidad! En Suecia, es de 480 días (18 meses) y lo habitual es que la mujer haga entre 9-12 meses y el hombre, el resto. Es raro el hombre que coge menos de 6 meses para cuidar a su bebé y hablo de hombres con cargos de responsabilidad. Así las cosas, que una mujer se quede embarazada no es motivo para que su carrera laboral se estanque.
Es un buen choque cultural, lo admito. Recuerdo que una vez buscábamos a una persona para el área de desarrollo de negocio. La que más gustó a los responsables de la selección estaba embarazada y por mi cabeza pasaba la pregunta de “¿van a contratar a alguien que en breve se cogerá un año de baja para un nuevo puesto?”. Pues sí, les parecía de lo más normal. “Es la persona que mejor encaja con lo que estamos buscando y la queremos a ella”.
Esto no significa que en la empresa para la que trabajo haya igualdad: hay un 23% de directivas, es decir, un punto menos que la media española según el Women in Work Index 2019 y 15 puntos por debajo de la media en Suecia. Hay una explicación para ello: es un sector industrial y buscamos perfiles mayoritariamente técnicos, que provienen de carreras que estudian más hombres que mujeres. Tampoco significa que no viva situaciones de desigualdad en mi día a día, trabajando para culturas muy diferentes. Una vez hice una visita comercial con otra compañera de mi equipo y el encantador propietario de la empresa que nos recibió nos preguntó cómo dos mujeres tan guapas estaban trabajando por aquellos mundos en vez de estar haciendo otras labores, digamos, más domésticas.
Sinceramente, creo que, aunque las empresas también deben promover la igualdad de género, no podemos olvidar que el verdadero proceso para generar una igualdad real empieza mucho antes. Hay un reportaje sobre un experimento sociológico muy interesante llamado ‘Ni superhéroes ni princesas’ que muestra cómo, muchas veces sin darnos cuenta, educamos a nuestros hijos de diferente manera en casa y en la escuela. El experimento es con niños de 7 años. Inicialmente, se evalúan varios parámetros y se demuestra que, en los juegos cooperativos, las niñas son menos conflictivas y más dialogantes y, en los de lógica o espaciales, son los niños los que sobresalen. Sin embargo, durante las semanas que dura el experimento, piden cambios no solo en la escuela (relativos a lo que juegan durante el tiempo libre) sino también en casa (se deshacen de todo lo que no es igualitario) y en el lenguaje que usan. En pocas semanas, el cambio es impresionante. Las niñas pasan a encabezar los resultados de los juegos de lógica y los niños mejoran muchísimo en empatía y resolución de conflictos.
No es fácil cambiar estereotipos y el peso de la cultura es grande. Yo misma sigo planteándome cada vez que viajo si no debería estar en casa, aunque creo firmemente en que el ejemplo que les doy es positivo y, afortunadamente, tengo una buena conciliación profesional y familiar. Pero soy consciente de que soy una privilegiada.
Por eso me parece tan importante que existan iniciativas en España como la de ‘Yo, jefa’. Deseo profundamente que mi hija, si alguna vez escoge un trabajo que implique cierta responsabilidad, pueda hacerlo libremente, sin culpa, y que pueda ser madre a la vez si así lo desea. Que no tenga que escoger entre una cosa y la otra. Y que cuando entre en una sala de reuniones, el comentario no sea sobre la conciliación familiar, sino que le pregunten sobre cómo va el mercado, comenten los retrasos de los aviones y, quizás, sobre fútbol.
