Hazlo como una chica,
piensa como una jefa
El título de este post no es una declaración de intenciones, pero bien podría serlo. Ponerle las ganas e ilusión de una chica joven a todo lo que emprendamos y desarrollarlo en base a un pensamiento eficiente y decidido como el de una jefa puede que sean las claves del éxito personal y profesional.
El problema es que, durante demasiado tiempo, expresiones como éstas, vinculadas a niñas y mujeres, han estado rodeadas de significados negativos. Hacer cosas como una chica, por regla general, se ha utilizado como sinónimo de debilidad, cursilería, poca capacidad y, en el peor de los casos, como un insulto.
Lo ilustró de forma clara y contundente la marca ‘Always’ con este anuncio que se hizo viral en 2014 y aún hoy sigue dando que hablar:

¿En qué momento hemos permitido, como sociedad, que hacer cosas “como una niña” sea considerado algo malo?
Probablemente, en todos y en ninguno concreto. Estas construcciones sociales y culturales, basadas en estereotipos y sedimentadas en el imaginario
colectivo, no se crean de un día para otro. Son el resultado de años, décadas, siglos.
Lo curioso –y maravilloso, por otro lado– es que, en las edades más tempranas, las niñas no suelen ser conscientes de ellas y corretean libres por el
mundo hasta que, un día, se dan cuenta de que quizás eso no es lo que se espera de ellas. En el documental de Netflix ‘Retratos del feminismo’, la actriz
Jane Fonda lo explica de una manera muy reveladora: “La mayoría de mujeres somos peleonas de pequeñas, pero tienes que ser una niña buena.
Durante toda tu vida la gente te dice: sé buena. Eso implica que no lo eres”.
Un mecanismo parecido se pone en marcha cuando pronunciamos la palabra jefa, que muchas personas asocian a mujer mandona y, normalmente, sin
criterio. Incluso la RAE, en su cuarta acepción, la define como “la mujer del jefe”, quitándole individualidad y asociándolo a un rol masculino. Podemos
pensar que es porque, hasta hace relativamente poco, apenas existían mujeres en puestos de responsabilidad y demostrando públicamente cómo
ejercen su liderazgo.
Pero la explicación no es tan simple e incluso ahora, cuando ya tenemos a notables políticas, mediáticas directoras de grandes compañías o destacadas científicas impulsando centros de investigación de referencia, sigue persiste el pensamiento de que ellas son peores jefas.
Según una reciente investigación de la Universidad Heinrich-Heine de Düsseldorf (Alemania), 1 de cada 3 trabajadores -un 28% en el caso de las mujeres, un porcentaje muy similar al general- tiene prejuicios contra las mujeres líderes, aunque no lo admitan en público.
Y eso, a pesar de que otros estudios, como este de la Universidad de Amberes (Bélgica), demuestra que las mujeres y los hombres en puestos de gran responsabilidad tienen muchas más similitudes que diferencias en su personalidad y en sus actitudes con los demás.
También la ciencia es cada vez más contundente en este aspecto y señala que los denominados comportamientos masculinos y femeninos no son innatos, sino que se adquieren a lo largo de nuestras vidas dependiendo de nuestro entorno y las actividades que realizamos.

¿Por qué, entonces, cuando la presidenta de nuestro Congreso de los Diputados llama al orden a los parlamentarios la tildan de institutriz y al presidente de la Cámara Británica lo califican de héroe o animal político cuando hace exactamente lo mismo?
Principalmente, porque siguen faltando referentes en el liderazgo femenino. Y justo eso es lo que queremos impulsar con esta iniciativa. Queremos dignificar la palabra jefa y que las más jóvenes sueñen con serlo. Que ninguna olvide la vitalidad y energía de la niñez y ejerza su liderazgo con la sabiduría y destreza que dan la formación y madurez.