El campo necesita jefas
Escrito por: Elena Vélez
Las mujeres españolas se enfrentan a un enorme reto para alcanzar la igualdad y desarrollarse profesionalmente si viven en un entorno rural. Las dueñas de explotaciones agrícolas o ganaderas son vistas como una rareza en la segunda década del siglo XXI protagonizando de pascuas a ramos reportajes en primera persona en periódicos y televisiones que subrayan aún más su singularidad. “María de los Ángeles se ocupa sola de su granja” o “Lourdes conduce el tractor a diario” son titulares que llaman la atención sobre la anomalía.
Que la brecha de género es mucho mayor en el campo que en la ciudad es una realidad sustentada por datos. Así lo demuestra el informe de ClosinGap, “Women for a Healthy Economy”, impulsado por CaixaBank, sobre el coste de la oportunidad de la brecha de género en el medio rural. Ser mujer y vivir en el campo influye negativamente en la posibilidad de tener un empleo, en las opciones de ocupar puestos de responsabilidad o en conciliar la vida laboral y personal.
España es el quinto país europeo con la tasa de actividad rural femenina más baja, el tercero de Europa con la menor tasa de empleo rural femenino y el segundo con mayor tasa de paro femenino rural. Sin embargo, el porcentaje de mujeres que viven en el campo y tienen estudios superiores (22,8%) es mayor que el de los hombres del mismo entorno (15,6%).
La mayor parte de los titulares de granjas, ganaderías o cultivos son hombres y de los 1,6 millones de personas empleadas en este tipo de explotaciones familiares, el 65,4% son hombres. Las mujeres del medio rural han compartido tradicionalmente el trabajo agrario con ellos, pero sin los mismos derechos y obligaciones. Es decir, se les ha considerado una simple ayuda familiar sin reconocimiento social, económico o profesional. Además, la vida en el campo de la mujer incluye las tareas de cuidadora de familiares y ama de casa, funciones a las que dedica mucho más tiempo que el hombre y le impiden disfrutar de su tiempo libre o realizarse profesionalmente.
Curiosamente, esta desigualdad afecta a la economía del país. El coste de oportunidad por la brecha de género en conciliación en el medio rural asciende a 38.500 millones de euros; el 3,1% del PIB de 2019. El acceso de la mujer a puestos de mando y a la toma de decisiones, y un reparto equitativo de las tareas laborales y domésticas redundarán en el bienestar social. El campo necesita jefas.